Inauguramos la columna a cargo de Miriam De Paoli en la que cuenta sin tabúes como es vivir la etapa de la menopausia.

Bienvenid@s.
Me presento: soy Miriam, 48 años. Madre. Esposa. Mujer. Periodista (no necesariamente en este orden). Impaciente, inquieta pero rutinaria. Taurina dirían mis amigos. Todos lugares comunes, lo sé. Nada en mi vida es ni glamuroso ni trágico. 
Soy común. Y curiosa. Pero muy curiosa. Esa curiosidad fue la que me llevó a buscar información sobre la menopausia, esta etapa que está poniendo mi vida patas para arriba.


Les cuento como todo comenzó:
Día normal. Victoria, mi hija, llegó del colegio y todos fuimos a tomar un helado. Mi marido recibió una llamada y tuvimos que volver literalmente corriendo. Bueno… en realidad ellos. 
Yo me quedé a mitad camino sin poder respirar. Creí que me moría.
Te debés estar preguntando: ¿y eso? ¿Qué tiene que ver con la menopausia? 
TODO 

Fue en ese momento que descubrí que nadie estaba preparado para ese momento. Ni los médicos ni yo.
Me asusté y fui a buscar ayuda. En el chequeo me apareció una deficiencia seria de hierro. La doctora me derivó a una hematóloga y lo tratamos puntual. Problema solucionado. O eso parecía. El cansancio no se iba. A él tuve que sumarle menos pulgas de las que siempre he tenido y además que mi piel se caía a pedazos por la sequedad.


Vuelvo al médico y, paralelamente, pido turno con la ginecóloga porque mi periodo había decidido transformarse en un invitado mal educado.
Aparecía cuando quería. Hacía seis meses que, o salteaba un mes o aparecía dos veces en el mismo. Yo, como buena control freak, no lo podía tolerar.
Le conté lo del hierro y me pidió un análisis hormonal. A mi clínico eso no se le había ocurrido ya que, me parece, el hecho de ser mujer y tener 48 años no le hizo sonar ninguna campanita. O por hombre o por prejuicio. No lo sé.
Llegan los resultados. Ansiosa, lo abro y ese fue mi primer gran error. 
Diagnostico: peri menopausia. 
Enseguida el segundo gran error: salir corriendo a buscar en Dr. Google. 
Cuando llegó el día y la hora de la consulta, estaba tan sacada con toda la información contradictoria que había leído que casi ni logré saludarla.
Mil preguntas salían de mi boca. Dudas, miedos, sorpresa.

Exactamente, ¡sorpresa!: Tengo 48 años, pero una hija de 7, una vida súper activa, estoy satisfecha en como me veo y el paso del tiempo no es un tema para mí. 
O sea, lo más lejos de mi estereotipo de lo que podía ser una mujer menopaúsica (tercer error: no hay un “tipo de mujer menopáusica”, hay mujeres que atraviesan una etapa de la vida. Eso ya lo aprendí ).
Les digo la verdad, mi doctora es una excelente profesional, pero no tenía la respuesta a mis preguntas. O mejor, no me pudo contener en este momento.
¿Y mi piel? Bueno, va haber que hidratarla más… ¿Cómo? ¿Qué crema? 
Tu vagina puede resecarse y hay que lubricarla. ¿Y si soy alérgica al lubricante? ¿Cómo lo uso? ¿Cuál es el mejor? Ahh, ¿y los calores?, ¿y la angustia?  Y la…
En resumen, salí como había entrado, ¡o peor! Perdida. 

Entonces decidí hablar con amigas de mi edad y me encontré con que era la única menopaúsica en la faz de la tierra con ganas de hablar del tema. 
Ah, me olvidaba, las que ya habían pasado por eso no querían hablar porque “ni se acordaban” bien de cómo había sido.

Y acá empieza el camino que me llevó a querer hablar del tema en profundidad. Sin tabúes, sin límites, sin miedo.
Me di cuenta de que la menopausia siempre me había sido presentada como el fin de algo. 
¡Pero no! Me alegra contarte que es solo una etapa más de la vida y que vamos a pasarla junt@s. Y porque no, pasarla bien.

Porque también hay cosas divertidas, bueno, algunas trágicamente cómicas que les voy a ir contando.

Un beso, ¡nos vemos en 15 días!

Fuente: Marie Claire (Perfil)

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